Pues aunque lo duden, existe una corriente filosofica de la cual se deriva lo que conocemos como Cinismo. Antístenes fue discipulo de Socrates y fundador de la escuela Cínica (Aja, asi como lo oyen) y este fue maestro de Diogenes.
Quien no ha escuchado hablar de la “lampara” de Diógenes, con la cual buscaba encontrar algun hombre honrado sobre la faz de la tierra …
Pero Antes de cualquier cosa, para efectos de conocer que es el Cinismo, tenemos dos descripciones de diccionario :
Y la que nos atañe al articulo en cuestion :
La historia de Diógenes de Sinope: el filósofo griego que vivía en la indigencia
Residía en una tinaja, comía junto a los perros y hacía todas sus necesidades en público. Hoy en día, «el síndrome de Diógenes» designa un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos.
Continua Leyendo la historia y sus mas famosas frases de este cinico filosofo.
El filósofo griego Diógenes criticó siempre el lujo y la corrupción y pasó los últimos años de su vida como un mendigo para dar ejemplo de austeridad y humildad a sus concioudadanos.
Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes, que lo abandonó poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?”
Diógenes era coherente riéndose de la relación de extrema dependencia entre las personas. Encontró un maestro, que no hacía nada para sí mismo, pero rechazó su ayuda. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes, un discípulo de Sócrates, que, según Platón, había presenciado su muerte. Diógenes pronto superó a su maestro tanto en reputación como austeridad en el modo de vivir. Al contrario que los otros ciudadanos de Atenas, vivió evitando los placeres terrenales. Con esta actitud pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.
Profesaba un desprecio tan grande por la humanidad que en una ocasión dejaron en su tinaja un pequeño candil; él pensó que no lo necesitaba, pues aunque en las noches y cuando hace frío se pasaba bastante mal, él no necesitaba estar despierto iluminándose con el mismo. Diógenes pasó mucho tiempo pensando qué haría con él, por lo que durmió esa noche y al amanecer despertó reflexionando qué hacer con el candil. Apareció en pleno día por las calles de Atenas, con el candil de aceite en la mano, diciendo: “Busco un hombre, busco un hombre honrado que ni con el candil encendido puedo encontrarlo”. La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo mismo, sin encontrarlo aun a plena luz del día y con el candil encendido. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra
Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como “bípedo implume”, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un gallo y ante el asombro de los discípulos y del mismo Platón lo soltó en la Academia diciendo: “¡Te he traído un hombre!” y partió entre risas y doblándose sobre sí mismo.
Cuando Diógenes asistía a los baños se encontraba siempre con un citarista al que todo el mundo despreciaba y criticaba, mas Diógenes lo saludaba con respeto, incluso con cierta admiración, a lo que algún curioso lo interrogó sobre el motivo por el que saludaba al citarista con lo mal que tocaba, respondiendo a esto Diógenes: “Porque tal y como es toca y canta, pero no roba a nadie”. Así fue pasando día tras día y al citarista despreciado por todos Diógenes siempre saludaba, creando, incluso, la frase “Dios te guarde, gallo” para saludarlo. El citarista siempre le devolvía el saludo. Cierta vez el citarista preguntó a Diógenes el motivo por qué lo llamaba así, a lo que Diógenes le contestó: “Porque eres como los gallos, cuando cantas haces levantar a todo el mundo de tu lado”.
-Yo soy Alejandro, el gran rey.
-Pues yo soy Diógenes, el perro.
Entonces Alejandro le preguntó por qué lo apodaban así y Diógenes respondió:
-Porque halago a los que dan, ladro a los que no dan, y muerdo a los malos.
Parece ser que Alejandro quedó impresionado por Diógenes.
– Dime que deseas y te será concedido.
Consecuentemente con sus principios, Diógenes le contestó:
– Apártate un poco y no te interpongas entre el sol y mi persona.
Alejandro sorprendido realmente le pregunta: “¿No me temes?” a lo que Diógenes le contesta con gran aplomo con otra pregunta: “Gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre?”, a lo que Alejandro le responde: “Me considero un buen hombre”, por lo que Diógenes le dice: “Entonces… ¿por qué habría de temerte?” siendo esta una respuesta muy sincera de nuestro filósofo. Toda la gente está decididamente escandalizada, entonces Alejandro pide silencio y dice: “Silencio… sabéis lo que les digo a todos ustedes, que si no fuera Alejandro me gustaría ser Diógenes”.
En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó: “Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida”
En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos como si se tratara de un perro. Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro.
Una vez le gritaron “perro” mientras comía en el ágora y él profirió: “¡Perros vosotros, que me rondáis mientras como!” Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, que le había lanzado el mismo improperio: “Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez junto a los que me vendieron”.
Diógenes decía irónicamente de sí mismo que, en todo caso, era “un perro de los que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que lo alaban quiere salir a cazar”.
Le preguntaron un día a Diógenes cuál era la mejor hora para comer, y respondió:
-Si eres rico, cuando quieras; si eres pobre cuando puedas.
Viendo que el hijo de una meretriz andaba entretenido en tirarle piedras a la gente, Diógenes le gritó:
-Muchacho, no tires piedras a los desconocidos, no le vayas a dar a tu padre.
Le preguntaron qué mordedura de animal hacía más daño, y él respondió:
-De los salvajes, la del calumniador; de los domésticos, la del adulador.
Además de hacer sus necesidades a la vista pública, como prueba de que ninguna actividad humana es tan vergonzosa como para requerir privacidad, se masturbó en el Ágora, la principal y más transitada plaza de Atenas, sin más explicación que «¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!».
Destaca por ofensiva la actitud que padeció un adinerado hombre que tuvo la osadía de invitarle a un banquete en su lujosa mansión con la única prohibición de que no escupiera en su casa. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse
En una ocasión, vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: «Este muchacho –dijo– me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas», y tiró su escudilla (un recipiente semiesférico usado para trasladar líquidos). También se despojó de su plato al ver que a otro niño, al rompérsele el suyo, puso las lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan.
Historia de Diogenes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%B3genes_de_Sinope
Historia de Antístenes :
https://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%ADstenes