Cuando Julio Verne escribió sus primeras novelas, hace aproximadamente un siglo, los cientos de miles de lectores que se apasionaron con su lectura pensaron con razón que eran unos portentos de imaginación. Y todos se divirtieron con las fantasías surgidas de la mente del francés, las cuales no pasaban de ser aventuras inverosímiles, imposibles de realizar.
Pero pasaron los años, y si lo que Julio Verne escribió en su época entretuvo más que asombró a sus contemporáneos, nosotros, en cambio, no logramos comprender cómo pudo el novelista anticipar hechos que sucederían más tarde. ¿Cómo adivinó que algún día surcarían el aire aviones supersónicos? ¿Cómo consiguió prever la existencia de futuros submarinos atómicos? ¿Cómo supo que en el primer cohete que partiría rumbo a la Luna irían tres astronautas, los cuales despegarían de Florida?
Estamos seguros de que Julio Verne jamás estuvo en la Luna, pero si no visitó nuestro satélite natural, ¿cómo pudo enterarse de tantas cosas cobre el Apolo XI? ¿Acaso logró viajar por el tiempo?